Uno de los días que estuve por Viena descubrí un pequeño truco para entrar en la ópera por tan sólo 3 euros: enseñar un pecho.
No, no, eso lo hice porque me apetecía – el verdadero truco es este 🙂 :
Cómo ir a la ópera de Viena casi gratis
En metro. Que no, que es broma otra vez. ¡No abandones lector!
Aiii, como sigues leyendo, ratilla, que te gustan mucho las cosas baratas como a mí. Ladronzuelo. Tiburón.
Lo primero que tienes que saber es que no vas a estar sentado junto a los ricos; entrarás con ellos, disfrutarás de su olor cuando pasen por tu lado y te mirarán mal si no te arreglas; de hecho, aunque lo hagas, sabrán que has venido para quedarte de pie. Porque sí, observarás la función a un lado y sólo verás la mitad del escenario… Sinceramente, ¿a quién le importa? A mí me hizo muchísima ilusión ver ‘Parsifal‘ de Wagner ahí, sabiendo que el edificio fue inaugurado con ‘Don Giovanni’ de Mozart el 15 de mayo de 1869.
Para conseguir los tickets, tienes que dirigirte a la entrada correcta 90 minutos antes de que empiece la obra. Ésta se encuentra atrás, en el lado izquierdo:
DATO IMPORTANTE: Este truco es válido para casi todas las óperas importantes. Recuerda que sólo puedes conseguir una entrada por persona; es decir, no puedes comprar cinco mientras dos de tu compañeros están durmiendo en el hotel y otros dos están haciendo ruta por Viena. Tenéis que hacer cola juntos.
Por qué a mí me salió carísimo
Nada más entrar y empezar la función, Joana nos dijo que iba un momento al lavabo. Como somos pobres, no lo sabíamos, pero si sales de la función aunque sea para ir al lavabo, ya no puedes volver a entrar.
Después de tres cuartos de hora desde su salida, Aitor y yo nos preocupamos y salimos a buscarla. Por el camino encontramos una salita preciosa con los bustos de los compositores más destacados:
Qué preciosidad… Esto me hace recordar que uno de los dos arquitectos del edificio, E. van der Nüll, se suicidó a principios de 1868 por las críticas que recibió la arquitectura de la construcción. El otro, A. van Siccardsburg, moriría dos meses después de una apoplejía. Por lo visto, yo traje nuevamente la negra porque le dio un chungo al director el día que yo fui.
Acabando con la anécdota: después de recorrer cuatro veces por completo el interior, al final descubrimos que a todos los abuelitos con problemas de incontinencia urinaria los envían, al salir del lavabo, a una sala con televisor. Lo que es muy triste, teniendo en cuenta que seguramente ellos no han pagado 3€.
Ahí me encontré sentada a Joana, que había pagado una merienda por entrar a ver una ópera, mirando la tele como si estuviera en su casa de Portugal. Lo mejor fue su respuesta cuando vio que yo estaba casi llorando de la risa: «tia, esto es increíble, resulta que hay el doble de personajes de los que creíamos en el escenario «.